sábado, 16 de diciembre de 2006
Dos horas para diez minutos
Sé que a veces me río de tonterias, más que nada para ocultarme a mi mismo las ganas de llorar que me invaden al notar cuanto has cambiado, tal vez debí poner más atención en que tu mirada ya no era para mí, y tu sonrisa congelaba a la mía, sé que fui un tonto al seguir pensando en nosotros, prometo que voy a intentar hacer todo lo posible porque no vuelva a suceder, voy a intentar tener siempre presente lo que me enseñaste: "Nada en esta vida es para siempre", y aunque estoy seguro que mi amor por tí hubiese sido por siempre si así me lo hubieses pedido, ahora sé que no me lo hubieses pedido así hubiese sido por siempre, suena mal, tal vez, sólo tal vez no sea cierto, pero no sé, por ahora no lo sé, y creo que tampoco deseo saberlo, me siento estúpido al buscar en las matemáticas calor de pareja, al intentar dedicarle a la programación versos de amor, pero pues así es mi vida desde que no estás tú y aunque parezca ilógico, así quiero que siga siendo, sólo espero no morir en el intento.
miércoles, 6 de diciembre de 2006
Tardes no muy tardes
Aquella vez que pasé por ahí, casi de casualidad, sólo pensé en que iba a regresar a ese lugar junto a ti, tú sabes que siempre fui fanático de los árboles y del césped (bueno, fanático de estar recostado sobre el césped al pie de un árbol), camine buscando alguna parte alejada de todo lo cercano, pasé por aquel estanque donde te dije que había un pez que sólo saltaba para mí (no sé si me creíste o no), seguí derecho, llegué a la ¿pileta? enorme, que en ese momento no me pareció muy bonita (¿alguna vez te comenté la magia que tienes para cambiar el aspecto las cosas?) y luego avancé hasta aquella parte donde la alfombra verde se extiende de manera más violenta, me pareció el sitio ideal para sentarme contigo y conversar, inspeccioné los alrededores, y me di cuenta de que casi era el final del paseo, era de tarde recuerdo, era Agosto y el frío se dejaba notar nítidamente, aún en ese momento no pude imaginar lo bien que la podíamos pasar rodeados de césped, recuerdo claramente que la tarde fue muriendo entre tus palabras y yo recostado en tus piernas solo podía observar absorto como cambiabas el instante al mandato de una sonrisa (jamás intenté encontrarle explicación a aquello), me aferré a tu mano y mi sonrisa se aferró a tu voz, tú hablabas yo escuchaba y a veces intervenía (por no decir interrumpía), en esos momentos pensaba cómo algunas veces la vida te puede pagar de un porrazo todo lo que te debe sin esperar a Año Nuevo, miraba al cielo y veía tu rostro, algunas veces bajabas la mirada y me mirabas, me sentía como un niño y me avergonzaba porque creía que ya habías descubierto mi pequeño secreto (que desde que conocí a la niña que llevabas dentro, mi vida era tuya), pero no te dabas por enterada, a pesar que ya era de noche yo seguía viendo el cielo de color azul hasta que llegó la hora de regresar, nos levantamos, nos abrazamos y rogué a Dios para que al alcalde de Chorrillos se le ocurriera hacer algo parecido por nuestra casa, aún sigo esperando…
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