Ingresé lentamente al templo, a pesar de haberlo visto muchas veces por dentro, esta vez completamente vacío, me parecía colosal, el crucifijo de madera dominaba gran parte del altar y la luz se hacía más tenue en los rincones más alejados de él. Medía mis pasos y contaba mis exhalaciones, sabía que estaría ahí pero no lograba distinguirla, sabía que debía decirle adiós aquella noche porque desde hace mucho estaba escrito aquel momento. Mientras más me iba adentrando en aquel lugar más me alejaba del presente en velocidad inversa, recordaba confundiendo mis recuerdos con mis sueños, pensaba el grave error que había cometido al desarrollar por ella este sentimiento que ahora me impedía culminar con el trato que había hecho 5 años antes sin saber siquiera en que momento comenzaría a ejecutarse pero con la certeza de que sabría exactamente cuando terminaría y ese día había llegado después de una angustiosa espera de 8 meses y un día.
El frío se escurría silenciosamente entre las bancas desordenadas, y la majestuosidad de la construcción me daba por si misma un escalofrío terrible, la había dejado atrás hace media hora en el tiempo, pero sabía que la volvería encontrar aquí aunque ella se encontrara durmiendo plácidamente a quince cuadras de este momento, abandonando con su sueño la entidad que en algún momento le tocó desarrollar junto a mí. Me detuve a la mitad del camino, miré la puerta semiabierta y tuve deseos de retornar corriendo a su casa, escapar del destino que había sellado aquella noche derramando mis lágrimas de impotencia ante su puerta, era realmente tan linda y realmente tan doloroso el tener que dejarla ir. Estuve en vilo durante dos minutos aproximadamente, sabía que tenía que hacerlo pero también tenía presente que no solo le daría el adiós a ella sino también a una parte de mí, la parte que ella logró hacer nacer en mí, la parte que creció al calor de sus abrazos y al amparo de sus besos, la parte más humana que había en mi interior estaba condenada a desaparecer como desaparecería ella aquella noche.
Avancé un poco más y pude distinguir un pequeño doblez en el vacío unos tres metros delante del púlpito, al comienzo era apenas visible como el efecto que produce una delgada tira de vidrio suspendida en el aire pero luego se hizo más evidente y no pude más que admirar lo que ocurría. Desplegó sus alas violentamente y ambas quedaron extendidas en toda su longitud, en medio de ambas, distinguí su cabeza ligeramente inclinada al suelo y noté que llevaba el vestido con el que la había dejado esa misma noche, el resto de su anatomía se fue materializando rápidamente hasta que reconocí los zapatos negros de vestir que me habían parecido tan precisos para ella, cuando terminó las lágrimas escapaban de mis ojos, la veía en la gloria de su belleza asistiendo en primera fila a espectáculo que jamás ojo humano había logrado vislumbrar, lloraba sintiéndome completamente afortunado y dichoso de poder contemplarla ahí, aún a sabiendas que la veía así porque sería la última vez que podría tenerla cerca y recordé el día en el que me pregunté qué sería mejor: Si tenerla como amiga por el resto de mi vida o volver a ser su enamorado por un día y luego perderla para siempre, jamás contesté esa pregunta y esta noche aquella se respondía sola, verla en su verdadera naturaleza y luego dejarla ir para no volver a tenerla nunca más. A pesar de mi admiración logré avanzar dos pasos más y ella movió ligeramente ambas alas como intentando sujetarse sin tomar en cuenta que jamás tocaría el suelo porque su verdadera esencia era el cielo, abrió los ojos lentamente y me miró como no me miraba desde aquellas noche ya olvidadas en las cuales mi pecho era su almohada y mis palabras sus sueños, me miró, sonrió dulcemente con esa gracia única que tenía para hacer que amanezca en medio de la noche y me dijo:
- Mírame
Yo traté de secarme las lágrimas con la manga de la camisa y pude distinguir el rosado intenso de sus mejillas y el rojo apasionado de sus labios, su cabello parecía carecer de peso y encuadraba su rostro de una manera perfecta burlando las más atrevidas muestras de belleza por parte de la naturaleza, traté de pronunciar alguna palabra pero el inmenso dolor que tenía en el pecho me impidió hacer más que abrir ligeramente los labios, sonreí ligeramente intentando parecer feliz de verla, y aunque esto era cierto, más podía el dolor de saberla en despedida.
- Dime, ¿he logrado darte la felicidad que tanto añorabas?
- Más de la que merecía y mereceré en toda mi vida – respondí calculando el alcance de mis palabras
- Entonces, ¿por qué lloras? – me interrogó nuevamente con dulzura y preocupación en sus ojos.
Miré el espléndido espectáculo que me brindaban sus magníficas alas atravesadas de lado a lado del templo girando la cabeza un poco a cada lado, estaba demasiado cerca y con un solo golpe de vista no podía abarcar toda su generosa belleza, luego la miré a los ojos y solo pude responder:
- Porque en este momento siento que me arrancan la vida de un tirón alejándote de mí.
- No pienses eso, yo estaré contigo en cada recuerdo que tengas conmigo y en cada cosa que hagas pensando en nosotros, si hoy me tengo que ir es porque no tengo más misión aquí.
Ella tenía razón, cuando llegó a mi vida, otro era el hombre con quien conversó la primera vez, yo había cambiado tanto que me sorprendía que aún recordara las cosas que antes hacía y que conservara las mismas amistades que tenía hace un año, pero a pesar de todo aún guardaba dentro de mí ese sentimiento tan humano como es el sufrimiento y el egoísmo, quería seguir poseyéndola a pesar de saber que habían otras personas que necesitaban de ella con tal urgencia como yo la necesité en algún momento y no dudé en expresárselo.
- Quédate conmigo por favor, siento que muero sin ti.
Me miró con sus ojos cargados de comprensión y me respondió:
- Sabes que no es posible; aunque yo también lo quisiera así, demuéstrame que el tiempo pasado contigo no fue en vano y sigue tu vida con lo que has aprendido, y si de algo te sirve, siempre estarás en mi corazón, no queda más tiempo.
Tuve deseos de enloquecer en ese momento, grité pero no escuché mi grito en medio del silencio, la miraba y lloraba, ella se acercó a mí y con su mano derecha tomó mi mentón, me alzó el rostro y me dijo:
- Mírame, no soy más que un ángel, en cambio tu eres un ser humano, disfruta de tu existencia como yo disfrute la mía junto a ti, adiosito.
Tomé su mano entre las mías, la besé y la humedecí con mis lágrimas, al instante comprendí lo que iba a ocurrir y mirándola a los ojos le dije:
- Gracias, gracias por enseñarme que el amor de un ángel puede curar el corazón de un ser humano, gracias por todo, adiosito.
Me sonrió y su mano empezó a desaparecer, las alas se hacían más pequeñas, con la mano libre me hizo un gesto de adiós y toda ella se iba desvaneciendo para finalmente desaparecer literalmente del lugar.
Diez minutos después se veía a alguien caminando lentamente en medio de la oscuridad del templo a medianoche, se detuvo en medio del trayecto y se desplomó en menos de un segundo, sabía que no podría soportar el shock y solo atiné a quedarme allí inconsciente porque también la conciencia la había perdido ese día.
El frío se escurría silenciosamente entre las bancas desordenadas, y la majestuosidad de la construcción me daba por si misma un escalofrío terrible, la había dejado atrás hace media hora en el tiempo, pero sabía que la volvería encontrar aquí aunque ella se encontrara durmiendo plácidamente a quince cuadras de este momento, abandonando con su sueño la entidad que en algún momento le tocó desarrollar junto a mí. Me detuve a la mitad del camino, miré la puerta semiabierta y tuve deseos de retornar corriendo a su casa, escapar del destino que había sellado aquella noche derramando mis lágrimas de impotencia ante su puerta, era realmente tan linda y realmente tan doloroso el tener que dejarla ir. Estuve en vilo durante dos minutos aproximadamente, sabía que tenía que hacerlo pero también tenía presente que no solo le daría el adiós a ella sino también a una parte de mí, la parte que ella logró hacer nacer en mí, la parte que creció al calor de sus abrazos y al amparo de sus besos, la parte más humana que había en mi interior estaba condenada a desaparecer como desaparecería ella aquella noche.
Avancé un poco más y pude distinguir un pequeño doblez en el vacío unos tres metros delante del púlpito, al comienzo era apenas visible como el efecto que produce una delgada tira de vidrio suspendida en el aire pero luego se hizo más evidente y no pude más que admirar lo que ocurría. Desplegó sus alas violentamente y ambas quedaron extendidas en toda su longitud, en medio de ambas, distinguí su cabeza ligeramente inclinada al suelo y noté que llevaba el vestido con el que la había dejado esa misma noche, el resto de su anatomía se fue materializando rápidamente hasta que reconocí los zapatos negros de vestir que me habían parecido tan precisos para ella, cuando terminó las lágrimas escapaban de mis ojos, la veía en la gloria de su belleza asistiendo en primera fila a espectáculo que jamás ojo humano había logrado vislumbrar, lloraba sintiéndome completamente afortunado y dichoso de poder contemplarla ahí, aún a sabiendas que la veía así porque sería la última vez que podría tenerla cerca y recordé el día en el que me pregunté qué sería mejor: Si tenerla como amiga por el resto de mi vida o volver a ser su enamorado por un día y luego perderla para siempre, jamás contesté esa pregunta y esta noche aquella se respondía sola, verla en su verdadera naturaleza y luego dejarla ir para no volver a tenerla nunca más. A pesar de mi admiración logré avanzar dos pasos más y ella movió ligeramente ambas alas como intentando sujetarse sin tomar en cuenta que jamás tocaría el suelo porque su verdadera esencia era el cielo, abrió los ojos lentamente y me miró como no me miraba desde aquellas noche ya olvidadas en las cuales mi pecho era su almohada y mis palabras sus sueños, me miró, sonrió dulcemente con esa gracia única que tenía para hacer que amanezca en medio de la noche y me dijo:
- Mírame
Yo traté de secarme las lágrimas con la manga de la camisa y pude distinguir el rosado intenso de sus mejillas y el rojo apasionado de sus labios, su cabello parecía carecer de peso y encuadraba su rostro de una manera perfecta burlando las más atrevidas muestras de belleza por parte de la naturaleza, traté de pronunciar alguna palabra pero el inmenso dolor que tenía en el pecho me impidió hacer más que abrir ligeramente los labios, sonreí ligeramente intentando parecer feliz de verla, y aunque esto era cierto, más podía el dolor de saberla en despedida.
- Dime, ¿he logrado darte la felicidad que tanto añorabas?
- Más de la que merecía y mereceré en toda mi vida – respondí calculando el alcance de mis palabras
- Entonces, ¿por qué lloras? – me interrogó nuevamente con dulzura y preocupación en sus ojos.
Miré el espléndido espectáculo que me brindaban sus magníficas alas atravesadas de lado a lado del templo girando la cabeza un poco a cada lado, estaba demasiado cerca y con un solo golpe de vista no podía abarcar toda su generosa belleza, luego la miré a los ojos y solo pude responder:
- Porque en este momento siento que me arrancan la vida de un tirón alejándote de mí.
- No pienses eso, yo estaré contigo en cada recuerdo que tengas conmigo y en cada cosa que hagas pensando en nosotros, si hoy me tengo que ir es porque no tengo más misión aquí.
Ella tenía razón, cuando llegó a mi vida, otro era el hombre con quien conversó la primera vez, yo había cambiado tanto que me sorprendía que aún recordara las cosas que antes hacía y que conservara las mismas amistades que tenía hace un año, pero a pesar de todo aún guardaba dentro de mí ese sentimiento tan humano como es el sufrimiento y el egoísmo, quería seguir poseyéndola a pesar de saber que habían otras personas que necesitaban de ella con tal urgencia como yo la necesité en algún momento y no dudé en expresárselo.
- Quédate conmigo por favor, siento que muero sin ti.
Me miró con sus ojos cargados de comprensión y me respondió:
- Sabes que no es posible; aunque yo también lo quisiera así, demuéstrame que el tiempo pasado contigo no fue en vano y sigue tu vida con lo que has aprendido, y si de algo te sirve, siempre estarás en mi corazón, no queda más tiempo.
Tuve deseos de enloquecer en ese momento, grité pero no escuché mi grito en medio del silencio, la miraba y lloraba, ella se acercó a mí y con su mano derecha tomó mi mentón, me alzó el rostro y me dijo:
- Mírame, no soy más que un ángel, en cambio tu eres un ser humano, disfruta de tu existencia como yo disfrute la mía junto a ti, adiosito.
Tomé su mano entre las mías, la besé y la humedecí con mis lágrimas, al instante comprendí lo que iba a ocurrir y mirándola a los ojos le dije:
- Gracias, gracias por enseñarme que el amor de un ángel puede curar el corazón de un ser humano, gracias por todo, adiosito.
Me sonrió y su mano empezó a desaparecer, las alas se hacían más pequeñas, con la mano libre me hizo un gesto de adiós y toda ella se iba desvaneciendo para finalmente desaparecer literalmente del lugar.
Diez minutos después se veía a alguien caminando lentamente en medio de la oscuridad del templo a medianoche, se detuvo en medio del trayecto y se desplomó en menos de un segundo, sabía que no podría soportar el shock y solo atiné a quedarme allí inconsciente porque también la conciencia la había perdido ese día.
Con cariño para tí, mi niña