domingo, 26 de noviembre de 2006

Comenzando.. muy tarde

aba Aún recordaba claramente el momento en el cual todo comenzó...

"Eran demasiados días, el simple hecho de contarlos escapaba de su interés pero bueno, eran los días que habia elegido en algún momento, y ella era demasiado, demasiado para él, así lo sentía, se preocupaba, se molestaba, se reía, por momentos lo reprendía, casí siempre con toda la razón de su lado, pero esto era solo a veces, casi siempre después de un fin de semana o un domingo por la tarde, él adoraba esos domingos, el sol moría detrás de las casas tornándose naranja completamente, cuando contemplaba esto solo sentía imperiosamente la necesidad de ella, había llegado a convertirse en su razón, durante el transcurrir de la semana se apegaba fuertemente a su recuerdo, pero durante los domingos que la tenía junto a sí no imaginaba más felicidad que aquella, ella no estaba enterada de todo lo que causaba en él y si lo sabía pues no lo había dado a conocer, y al final de todo, él era feliz así, comiendo su dicha de a poquitos, saboreando siempre la décima parte del helado (a ella le encantaban los helados), casi todos los domingos se veían, casi siempre muy tarde o muy temprano no importaba, él no era muy apegado al reloj y ella lo comprendía aunque no por esto se libraba de una reprimenda, las horas se pasaban entre manos sujetadas y palabras lejanas, el sol que moría en la tarde renacía por la noche en el brillo de sus ojos y a él le gustaba abrasarse en ellos, la conversación tomaba muchos rumbos y era inútil tratar de encaminarla por un lado, y si lo intentaban terminaban confundidos en un beso, eran muy distintos, él gustaba de la música antigua, de vestir formalmente, de pensar siempre el porque de las cosas, ella en cambio siempre le comentaba alguna canción nueva que le gustaba, vestía casual y era práctica en extremo, pero los rasgos que más le llamaban la atención de ella eran su madurez y su inocencia, siempre evitó preguntarse como había adquirido la una y mantenido la otra, como podían convivir dos cualidades que parecían tan opuestas (para madurar hay que perder la inocencia pensaba él), pero contra su naturaleza lo aceptó como un hecho sin buscar explicación, simplemente ella era así y él debía aceptarlo y sentirse agradecido, y esto fue uno de los grandes choques que enfrentó desde que le propuso ser su pareja, otro era su sinceridad, extrema hasta hacerlo llorar de emoción, parecía sacado de una fantasía el hecho de que esa niña le pudiera decir las cosas de la manera que las pensaba o que las sentía, él, acostumbrado a falsear sus palabras, a confundir intencionalmente los hechos, se sentía perplejo ante esto y pensaba que si ella era así y había sido así durante toda su vida (cosa que después comprobó), se estaba arriesgando bastante en este mundo donde el prójimo apuñala al prójimo por el simple placer de hacerlo (muestra viva de esto era él), pero también terminó por aceptarlo como una más de las tantas paradojas de la vida que en ella se conjugaban..."

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