viernes, 8 de junio de 2007

Adiós

La noche omnipresente había poblado también su mirar, tomó las llaves y arrancó el motor, sólo deseaba estar solo durante un buen rato pero su recuerdo no lo dejaba en paz, habían pasado ya 10 años desde la última vez que la había besado pero en cada conversación que tenían, en cada palabra que cruzaban él ponía todo su amor, cada caricia que ella permitía eran mil besos para él, cada elogio que inocentemente ella le hacía era un te quiero silencioso y así había sido desde aquel último beso, pero esta tarde todo había terminado.

Aceleró en dirección a la vía expresa, aquel gran zanjón que partía la ciudad en dos pedazos siempre era un gran escape y a aquella hora debería de estar completamente desierto, aceleró aún más, queriendo librarse del peso de saber su vida equivocada, en ningún momento se le había prometido algo pero se sentía estafado, sabía que se estaba jugando mucho más que un par de años de trabajo, cinco de carrera, tres de prácticas o todos ellos juntos pero se negaba a aceptar que había perdido, cruzó Barranco a toda velocidad, las casas se hacían pestañeos en ese trance pero no le importaba, solo quería llegar, acelerar al máximo, desfogar todo en un grito y sentir aquel gran vacío en el pecho que le indicaría que todo estaba mejor, al menos por unas horas. La curva de ingreso se acercaba vertiginosamente, pisó el freno y giró bruscamente el volante, la camioneta derrapó e ingresó a la vía saliéndose del asfalto.

- Tenías razón, desde este lugar se disfruta completamente, ¡que hermoso atardecer!
- Siempre vengo aquí cuando necesito ordenar mis cosas, el ocaso me recuerda que así como hay un día, hay una noche y no debemos creer todo perdido cuando sea así porque más adelante habrá otro nuevo día.
- Desde que te conozco eres así, me gustaría poder tener esa capacidad de encontrarle sentido a todas las cosas que veo o que me pasan pero creo que no podré.
- No pienses así, tú eres alguien maravillosa, te has ganado el corazón de muchas personas tal como eres, eso dice mucho sobre ti.

Tomó su mano suavemente y prosiguió:

- Y bien sabes que mi corazón es tuyo desde que te conocí.

Ella lo miró y sonrió dulcemente, tomó su mano y la cubrió con las suyas y le repitió aquello que siempre le había dicho, pero agregó un pequeño detalle:

- Tus manos son muy suaves me gustan mucho… por eso cuando me acaricias tengo ganas de quedarme contigo siempre, eres muy lindo.

Sus últimas palabras fueron aliciente para decirle aquello que siempre había estado esperando por su momento, no la había visto durante medio año pero nada había cambiado en su trato, seguía siendo la misma niña tierna con alma de mujer y sin duda debía recordar aquella noche en la cual él le pidió que lo esperara, la miró sutilmente, atrajo su mirada a sus manos y comenzó:

- Diana, no sabes cuanto le agradezco a Dios el haberme permitido conocerte, sólo contigo comprendí el valor de la vida y me das ánimos para seguir avanzando en ella, siempre me acompañas ya sea personalmente o en mi pensamiento, y ¿sabes?... – un suspiro se escapó de su alma, era difícil creer que aquel momento estaba a punto de llegar – …me gustaría mucho compartir el resto de mi vida contigo – cerró los ojos y se encomendó a Dios, era el todo por el todo en aquel instante, tomó un gran respiro y se lanzó al precipicio – ¿quisieras casarte conmigo?.

No se atrevió a mirarla a los ojos, con la mano libre sacó del bolsillo la cajita negra y la abrió mostrándole el anillo dorado, pequeño como sus dedos, brillante como su corazón, su mente se puso en blanco, sólo quería escuchar una respuesta y esta llegó por fin.

- Diego, no sé como explicarte esto, estoy comprometida.
- ¿Comprometida?, ¿cómo?, no entiendo, si en estos últimos meses no has salido con nadie.

Era verdad, a pesar de no haberla visto durante este último medio año, él sabía lo que ella hacía, sus amigas le contaban algunas cosas y su familia otro tanto, en algunas ocasiones el tenía presente algún compromiso al que ella no asistía por haberlo olvidado y cuando la llamaba por teléfono y le preguntaba por aquel, ella respondía: “¡Lo olvidé!”, pero respecto a su vida privada nadie supo darle razón y él tampoco se atrevió a preguntar y si se hallaba distanciado de ella en esos momentos era necesario para poder concretar lo que había deseado desde que besó sus lágrimas por primera vez, casarse con ella.

- Estoy comprometida hace un año, mi novio tuvo que viajar a España por trabajo y va a regresar en tres meses, nos casaremos dentro de medio año, en verdad lo siento Diego, me hubiese gustado muchísimo poder responderte otra cosa.
- ¿Lo quieres? – la interrogó mirándola desafiante a los ojos, esa pregunta iba a ser definitiva, dependía de su respuesta lo que seguiría a continuación.
- Lo amo.

Aceleró más aún, era tranquilizante ver pasar los puentes uno tras otro, escuchar el rugido del motor siendo esforzado más allá de las especificaciones, el eco de los neumáticos resonaba en toda la vía y el pavimento parecía homogéneo a esa velocidad, echo una ojeada al velocímetro, marcaba 170 kilómetros por hora, cualquier giro brusco sería desastroso por más pequeño que fuera, aspiró el aire húmedo que corría por su rostro y lo volvió a recordar ¿o a imaginar?; era poco probable que después de tanto tiempo pudiese recordar sus labios en aquel último beso, cerró los ojos un momento para no perder la dulzura de aquella sensación y cuando volvió a abrirlos la vio junto a él en el asiento de al lado, el sobresalto casi le hace perder el control del volante, era imposible hacer algo en ese instante como por ejemplo estirar la mano hacia ella y verificar que no era una ilusión o algo incorpóreo, lucía tal y como él la recordaba al conocerla y solo atinó a dejar correr una lágrima por su mejilla, ella lo miraba con curiosidad y parecía no notar las circunstancias, parecía ensimismada en observarlo y luego de diez segundos le habló:

- ¿Porqué lloras?
- Lo sabes mejor que yo – tampoco supo que responderle en esta ocasión y sólo esperaba que ella si supiera como decirle lo que doce años después no sabría explicarle.
- Acéptalo, ya no somos niños dispuestos a arriesgarlo todo en una palabra, te quiero mucho y espero que siempre lo hayas tenido presente, pero llegó el momento de separar nuestros caminos, siempre te recordé que no planearas las cosas porque era muy probable que no salieran como esperamos ¿porqué te niegas a aceptarlo?

El se sonrió ligeramente, le sorprendía el hecho que aquella niña de dieciséis años tuviese las cosas más claras que su futuro de veintiocho, su imaginación se echo a volar y llegó a pensar en juntarlas para que conversaran, la voz suave de Diana lo sacó de sus pensamientos.

- No pienses eso, tú sabes porqué estoy aquí, me apena mucho que hayas tomado esta decisión tan pronto, una vez te detuve pero ahora solo depende de ti.

La velocidad seguía en aumento, cerró las ventanas para poder disfrutar más de su voz y se volteó a mirarla al rostro, se conocía aquella vía de memoria y decidió que si en verdad iba a ocurrir aquello al menos la tendría junto a él, tal y como se lo pidió alguna noche.

- Diana, quisiera saber si me puedes hacer un último favor.
- Dime
- ¿Me podrías regalar un beso de despedida?

Ella lo miró sorprendida pero comprendió el pedido, no era la primera vez que él lo hacía y tampoco sería la última que ella aceptara, le respondió con una sonrisa en los labios.

- Acércate.

Así lo hizo y ella también se acercó a él, soltó el volante, la abrazó por la cintura y volvió a sentir en sus labios la suavidad de los suyos, evocó el último beso que le había dado y con alegría comprendió que aún lo recordaba porque el que ella le estaba regalando en ese momento era idéntico a aquel, se abandonó a la sensación y sintió su cuerpo muchísimo más ligero, las ganas de acelerar y de gritar se disiparon por completo y por primera vez luego de mucho tiempo sentía la dicha completa que alguna vez había perdido.
Abrió los ojos y vio su rostro sonriente, aún la tenía abrazada de la cintura, se miró y notó que tenía puestas ropas que no usaba hace mucho tiempo, contempló su alrededor y notó ya sin sorpresa que se encontraba junto a ella en el jardín de su casa, una noche donde todo comenzó.

Veinte minutos después de que se escuchó el golpe llegaron al lugar los bomberos y algunas patrullas, el auto estaba completamente destrozado y la columna del puente aparecía negra por el fuego, todo indicaba que había sido un pestañeo por parte del conductor, los bomberos trabajaron durante una hora para poder recuperar el cuerpo y al retirarlo notaron que sorprendentemente no presentaba ningún golpe, el airbag se había activado pero eso no era suficiente para explicar el hecho, las siguientes horas sería lo de siempre, nunca faltaban suicidas en esta ciudad.


1 comentario:

Mauricio dijo...

Tuve que leer esto dos veces para entender las escenas implicitas XS. Pero la verdad esta muy buena, me gusta la calidad de tus historias.

Aunque esto me deja en duda de que pueda tener un sentido figurado en otra cosa.

Sabia que esa no podia ser la ultima y espero que hallan mas :P

Gracias, Cass.